Teresa Jiménez de la Llave y Jacinto de Aguirre e Ybarzábal, matrimonio hacendado de Talavera, tuvieron un hijo, de nombre Prudencio, que se les murió niño a los siete años , como un tercio de los niños de entonces . Decidieron dejar su patrimonio mobiliario e inmobiliario para constituir la Fundación Asilo bajo la advocación de San Prudencio, en memoria del nombre de su difunto hijo, bautizado como su abuelo paterno y en honor de San Prudencio, patrono de Álava, de cuya capital era oriundo D. Jacinto.
Jacinto María, que es como fue bautizado el 11 de septiembre de 1820. Nuestro benefactor, fue el cuarto de seis hermanos y llegó con su familia a Talavera siendo niño en torno a 1832.
Quería D. Jacinto, según consta en su testamento, crear “un asilo para niños pobres” cuyo reglamento siguiera el de “análoga clase de fundaciones y en especial la de Aguirre de Madrid”
Se refería D. Jacinto a las Escuelas Aguirre de Siones (Burgos), Madrid y Cuenca creadas por otro Aguirre: el conquense Lucas Aguirre y Juárez (1800-1873), quien tras quedar solo trágicamente en 1859 en su testamento hizo herederos universales a los pobres “para su instrucción” .
Tres meses después del fallecimiento de Dña. Teresa se compran tres casas colindantes con la que el matrimonio poseía y el 5 de marzo de 1910 se otorga escritura de constitución del Patronato de la fundación ante el notario Eusebio Díaz Moreno.
Tras varias pesquisas buscando solares donde ubicar el asilo, finalmente compraron a la Compañía de Jesús el antiguo monasterio de los Jerónimos donde los Agustinos tenían instalado un colegio. Finalizadas las obras, el cuidado del proyecto se confía a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl el primero de abril de 1913, aunque en noviembre de 1911 ya habían llegado para tal fin a Talavera siete hermanas y en diciembre del año siguiente (1912), vinieron otras seis .
San Prudencio abrió entonces sus puertas a cincuenta niños de Talavera, Vitoria y Velada –mayores de siete años, pues a esa edad había fallecido el hijo de los benefactores- atendidos por siete hijas de la Caridad –que se encargan del aspecto educativo y asistencial- y un profesor de enseñanza primaria.
En 1917 había ya 80 alumnos . En 1929, ocho religiosas y una novicia se dedicaban a atender el asilo de San Prudencio mientras otras tantas cuidaban de los enfermos en el hospital municipal además de ocuparse de la enseñanza pública femenina . En 1940, los cincuenta infantes iniciales se habían multiplicado casi por dos rozando la centena. Y desde entonces, pasando por la edificación del nuevo centro en 1976 y el retorno a un número de niños cercano al del origen, hasta hoy.
En todo este tiempo siempre se han procurado las mejores condiciones para los niños. Así, por ejemplo, en año tan temprano como 1925 se instaló la calefacción eléctrica.
Teresa Jiménez de la Llave y Jacinto de Aguirre remontaron un dolor hondísimo; quizás el mayor posible: la muerte de su hijo único Prudencio les hizo destinar toda su fortuna a otros niños. La Fundación Asilo San Prudencio cedió a los niños en Talavera “un asiento en el banquete de la vida” .